No es sino el verde el color de la envidia.

sábado, 16 de abril de 2011

Generación.


Es difícil el encuentro con la madurez.
Al principio la inconsciencia te traiciona,
Te hace creer que sigues y sigues siendo niño.
Aquel que corría buscando caracoles
Y que con su alma aventurera
Jugaba a encontrar la esencia del mundo.
Pero suena la música y observas como todos,
Todos los de tu edad, todos con los que has crecido
Bailan sincronizados esa canción evocadora
Esa de cuando erais pequeños.
Sí, esa melodía…

Es difícil el encuentro con la madurez.
Entonces entiendes que perteneces a una generación,
Una que ha dejado de ser niña para convertirse
En el futuro. Ya no buscas la esencia del mundo,
Solo te conformas con ubicarte en él,
Abrir tu pequeño hueco cual cangrejo ermitaño;
Y, solo si es posible dejar un legado,
Tu pequeño grano de arena…
A cada nota se siente esa unidad, y te ves saltando,
Disfrutando de cada segundo de la infancia que
Se desvanece como un suspiro…

¡Qué difícil el encuentro con la madurez!
Y parte de ella no quiere reconocerte, se esconde
O quizás nos empeñemos en esconderla,
Solo un ratito más, lo suficiente para aceptar
Que la barba ya te ha crecido,
Que ya no te despiertas a las siete de la mañana
Espontáneamente y saltas por la casa lleno de alegría.
Lo suficiente para entender que tu pie no encaja
En esos patines destrozados que tantas tardes han visto,
Solo un minuto para aceptar que ese niño se fue hace tiempo ya,
Solo uno para despedir a la inocencia con una sonrisa tierna,
Y desearle, si cabe, la mejor de las suertes.

viernes, 15 de abril de 2011

De ti.


Pensar que no es suficiente
Con el tacto amanerado
De mis raíces cuando duermes.
Que no te sirve cada beso
Pegajoso que besa tus labios.
Saber que no disfrutas en
Las noches aceleradas
De nuestros sexos.
Conocer que tu triunfo
Se basa en un papel de teatro.

Eso no me rompe el corazón.
Lo que hace que mi cuerpo sangre
Y sude hasta perder la última
Gota de líquido…
Es que no tengas la decencia
De reconocer,
Que no eres buena persona.
De ti, hablan las serpientes.

Silencio.


Con un antojo anatómico
Engullo corazones bajo mantas
Me gusta estar a oscuras.
SILENCIO.
Quien dice corazones dice labios
Dice sexos húmedos…
Dice dientes y babas espesas.
SILENCIO.
Devoro vértebras.
Fragocito huesos y tendones.
No me van los músculos.
SILENCIO.
Busco pieles suaves
A poder ser rasuradas.
Me como lo que veo, después
SILENCIO.

martes, 12 de abril de 2011

La mejor.


He de confesar que me gustan las serpientes
Y por qué no decirlo.
Son brillantes, lubricadas, verdes, venenosas, inteligentes…
36 cromosomas en sus células. Eso ya es insuperable.
3+6=9 mi número favorito.

Adoro las serpientes, sobre todo si las chupo.
No son peligrosas si sabes hablarles.
Si las escuchas estás perdido,
Si las miras a los ojos también.
Pero si eres un encantador todo es diferente.

Puedes conseguir, incluso, que te hagan el amor.
Y nadie te lo hará como una serpiente, sucia, lubricada y verde.
Sí señor.
Como te ama una serpiente no lo hará una puta.
Porque las serpientes son las putas que saben retorcerse.
Y desencajan sus mandíbulas para engullirte,
Y derretir tu muerte, y te haces adicto a ellas…

Oh! Sí. Amo las serpientes.
Su amor no se paga con monedas oxidadas.

domingo, 10 de abril de 2011

Terminamos.


Deglute costilla por costilla.
Y una vez abierto su agujero
Debe coserse muy bien y con cariño
Para que cicatrice y cierre.
Pero siempre derrama petróleo
Y escupe cuajarones blancos
De lo que pudo ser y no fue.
Y es que si introduces la llave
Ya no hay retorno…

Siempre mendiga migajas
Hígado y sangre.
Y siempre perfunde de lágrimas
Escleras amarillas…

Casi siempre necesita silencio.
También vómitos crujientes…

Finalmente decide cicatrizar, tal vez cerrarse o perderse…

Retrato.


Son como luces estridentes
En una mañana loca, y de lluvia.
Por qué no hablar de las palabras,
De las que quedan suspendidas
En los bordes de nuestros labios ansiosos…

De esas que flotan formando
Figuras de humo entre nuestras cabezas
Un viernes cualquiera.

Y suenan las carcajadas más,
Más que campanas de iglesia.
Miro detrás de un árbol, encogido
Con los ojos lagrimosos de quien,
Por un momento, toca las plumas de un ángel.

De esas que flotan formando
Figuras de humo ente nuestras cabezas
Un viernes cualquiera.

Por qué no decir que nos encanta
Bebernos los minutos de la tarde
Con un perfume diferente, literario…
Por qué no pensar en los amigos,
En los viernes que nos quedan…

Solo.


La soledad es una cadera estridente.
Dorada.
Brillante y estridente. Sopla.
Y pincha, claro que pincha
Si se coloca encima de ti y reclama su parte.
Dorada y celeste.
Porque pesa, claro que pesa.
Y te acompaña más que una madre,
Hasta el día en que viajes…
Dorada, celeste y roja.
Roja cuando saca la lengua
Y observas sus pupilas dilatadas
Llenas de arterias espectrales.

La soledad juega al póker
Y conoce sus cartas antes de ser repartidas.
Tiene cejas blancas y saliva.
Con el mechero
Juega a desterrarte, y luego llega y llama a tu puerta
Hola, te conozco de antes.
Y no soporta el infierno, porque
Cuando la enamoras…
Explota hecha ovillos de lana.
Y sus caderas dejan las cicatrices
De los pinchazos infectados.