Escribir con los dedos helados,
que tu carne no responda, siga torpe.
Escribirse pese al frío, impulso de autoperpetuación.
Por dentro: decrépito nihilismo.
La pérdida en el sexo de la individualidad,
de la autonomía…
El duelo en la marcha, de la vivencia pretérita.
“Yo soy yo, y mis circunstancias”…
Y la memoria, el problema de la memoria.
La entidad definitoria de la personalidad.
¿Queda, acaso, algo de ti sin tu memoria?
¿Existes a penas, como tú, sin ella?